1. Oh sí, que se dé de beber a los que tienen sed, pero también hay borrachos espirituales (especialmente entre los eruditos y doctores) a quienes no es bueno dar tales alimentos espirituales, porque entonces se vuelven estúpidos y a menudo se enojan como necios malvados; ¡por eso sobre todo las perlas no deben ser dadas a los cerdos!
2. Pero si quieres ser útil a alguien que consideras apto (para absorber la verdad espiritual), entonces lo mejor es que (primero) le cuentes verbalmente sobre el tema y solo luego le dejes leer algo, o mejor léeselo tú mismo siempre y cuando le hayas dado a conocer plenamente tu espíritu; de lo contrario, ¡la lectura le podría hacer más daño que bien!
3. ¡Pero predicar (o hablar) es mejor que la lectura, ya que penetra mejor y queda impregnado en la mente que algo leído! La experiencia te mostrará siempre el fundamento.
4. ¡Haz lo mismo tú también de vez en cuando, y será bueno y justo! Amén.
¡Esto os digo Yo, Quien también predicó en el gran tiempo de los tiempos! ¡Amén! ¡Amén! ¡Amén!
Fuente: Salmos y poemas, parte 3, poesía en prosa, cap. 5 (syp3.005)